Cuando se te sube el muerto
Cuando se te sube el muerto
Alicia tenía las manos sudorosas y se las frotaba continuamente, las risas de sus amigas, así como sus charlas, se fueron apagando poco a poco, las escuchaba como pequeños ecos lejanos, y en su mente se repetía continuamente: “Se los digo, o no se los digo”.
Alicia tiene treinta y cuatro años; es muy hermosa; morena, de cabellera larga y sedosa, liza, color negro azabache; sus ojos son grandes y de color verde, tiene un buen par de tetas duras y grandes, una cinturita delgada y plana, unas nalgas redondas y bien paraditas, así como unas piernas largas y torneadas. Su hermosa figura era el resultado de largas y constantes horas de gimnasio. A pesar de su belleza, es soltera. Los hombres que se atravesaron en su vida, nunca llenaron los requisitos que según ella debería tener su príncipe azul.
Alicia en su juventud era muy vanidosa y supersticiosa, pero al paso de los años, y al ver como sus amigas se iban casando, su carácter cambió; se volvió tímida, insegura, taciturna, miedosa y su superstición aumentó más aún.
-¡Hey! ¡despierta! –Le gritaban sus amigas, y Jenny agregó-. Estas en las nubes, ¿En quién estas pensando? Cuenta, cuenta, jaja.
-¿He? –Contestó Alicia desconcertada-. Perdón, estaba distraída. Estaba pensando en algo extraño que me sucedió, pero no es nada.
-¡Ah, no! –Le dijo Mary-. Ahora nos cuentas, has estado muy callada. –Y dirigiéndose al mesero-. ¡Hey Mesero! Sírvanos otra ronda de lo mismo que estamos tomando. –Y mirando sonriente a Alicia, le dijo-. ¿Quieres otra media de seda?
-Si. –Contestó Alicia-. Lo mismo que estoy tomando, gracias.
-Bueno –Le dijo Jenny-. Ahora cuéntanos que nos dejas entripadas, jaja.
-Esta bien. –Les contestó Alicia-. La semana pasada; mi hermana mayor, al ver que la mayor parte del tiempo estaba aburrida, me pidió que llevara a mi sobrino Enrique y a sus amigos Roberto y Saúl de excursión, habían rentado una cabaña en la cima de la montaña. Me dijo que si yo los llevaba en mi camioneta, ella se sentiría más tranquila, que los vigilara para que no se portaran mal. El viernes en la mañana, preparamos todo lo necesario y lo subimos a la camioneta y partimos rumbo a la cabaña… Y esto fue lo que pasó:
“Atardecía cuando llegamos. Era una cabaña pequeña y confortable, cocina integral reducida, una pequeña sala con su chimenea y una amplia recamara con su baño. En la recamara había una cama matrimonial, la cual me asignaron ellos, y tres camas individuales que tomó cada uno. La posición de mi cama era tal que podía ver a las tres camas restantes. Desempacamos y nos instalamos. Les preparé la cena y cenamos todos alegremente, de sus mochilas sacaron varias botellas de licor, y entre platica y platica, casi vaciamos una botella, los amigos de mi sobrino eran muy divertidos y pronto se ganaron mi confianza, me platicaron infinidad de historias interesantes, hasta que me sentí muy mareada y me retiré a dormir.
Yo no puedo dormir si no me pongo mi “baby doll” (conjunto hecho de seda transparente, consta de un pequeño bikini y una bata muy escotada, un poco ajustada de la parte superior y se usa en lugar del sujetador y la parte de abajo es holgada y el largo solo alcanza a tapar las nalgas). Así que, cuando salí del baño con él puesto, me sentí algo incomoda, se callaron al verme y sentí las miradas lujuriosas de los amigos de mi sobrino. Lo bueno es que hacia mucho frió, corrí hacia mi cama y me tapé con las gruesas cobijas.
Cuando desperté en la mañana. La puerta de la recamara estaba abierta y entraba el calor de la chimenea de la sala. Estaba descobijada, uno de mis pechos estaba fuera del Baby Doll, y mi calzón lo tenía toda incrustado en mi culo, por lo que estaba con las nalgas al aire. Asustada recorrí con la vista las demás camas, por suerte no había nadie. “¿Cuando se despertaron no me verían?” –pensé-. “Pues si me vieron han de haber estado babeando” –pensé mientras sonreía-. Me levanté y un fuerte dolor de cabeza hizo que me sujetara del buró, la parte interior de mis muslos los sentía muy adoloridos y un pequeño ardor quemaba mi culito. “Necesito ir con el medico, nos sea que tenga principios de hemorroides” –pensé-. Me miré en el espejo, de mi entrepierna, varios pelitos indiscretos se salían de mi calzón por los laterales. “Debo depilarme ya” –pensé-. Recogí el desorden que dejamos la noche anterior, me di un baño, y di un paseo por los alrededores.
Mi sobrino y sus amigos llegaron todos sucios y apestaban a sudor, traían consigo varios pescados que pusieron en el refrigerador. Hice de cenar, serví la mesa y los llamé.
-La cena esta lista. -Les grité-.
Cuando llegaron, me quedé con la boca abierta, se veían tan guapos y varoniles: recién bañados, oliendo a un rico perfume, su cabellera mojada, venían con el torso desnudo y les pude apreciar su divina musculatura, sus fuertes brazos, su abdomen plano. Traían una toalla amarrada a su cintura y se les marcaba un bulto apetecible en su entrepierna. Mis ojos estaban muy abiertos y me sonrojé cuando descubrí en su mirada un extraño brillo y una sonrisa maliciosa.
Al terminar la cena, nos sentamos alrededor de la chimenea y mientras platicaban a veces abrían sus musculosas piernas enseñándome fugazmente su entrepierna, alcanzando a vislumbrar sus gordos y peludos testículos y en ocasiones hasta una parte de su enorme pene. A los amigos de mi sobrino se les notaba una fuerte erección que no comprendía, hasta pareciera que escuchaban historias eróticas. Los colores me venían y se iban, por más que quería apartar mis ojos de semejante belleza, estos regresaban desobedientes a contemplar el cuadro prohibido. La botella de licor la tenían a la mitad cuando me sirvieron la primera copa.
-No, yo no quiero beber, ayer me sentí muy mareada y hoy me dolió mucho la cabeza.
-Nada, nada –me dijo mi sobrino-. Mi tía preferida no se raja y menos delante de mis amigos.
-Si no toma –Dijo Saúl-. Vamos a sentir feo que nos desprecie.
-Si, una mujer tan linda no debe ser de boca chiquita. –Dijo Roberto-.
-Bueno. –Dije resignada-. Pero solo una.
La narración siguió un rumbo tenebroso, platicando historias de terror. Les divertía mucho mi rostro asustado y cuando gritaba si Enrique, mi sobrino, bromeando me asustaba. La historia que más me impactó fue la del muerto que se subía a la cama de la persona dormida. Esa noche me tomé tres copas y me sentí igual de mareada.
-Chicos. –Les dije-. Me siento mareada por el vino, me voy a dormir.
Al salir del baño, nuevamente contuvieron el aliento al verme, corrí divertida hacia mi cama y me arrope con las gruesas cobijas. Antes de dormirme, alcancé a escucharlos.
-Tu tía esta muy buena. –Le dijo Roberto a Enrique-. Hizo que se me parara la verga.
-Mira como la traigo yo. – Dijo Saúl-. Tiene unas nalgotas, que ¡Ay, Dios mío! Jaja.
“Tontos” –pensé, antes de adentrarme en los brazos de Morfeo-. Si no fueran unos polluelos.
Me desperté bruscamente al sentir el dedo de una mano que se me incrustaba fuertemente en el culo. Abrí los ojos asustada y lo primero que hice fue mirar hacia las demás camas. Mi sobrino y sus dos amigos estaban en ellas, estaban completamente tapados con las cobijas. Sentí un aliento helado atrás de mi oreja al mismo tiempo mi cuerpo se estremecía de espanto. Moví un poco mi pierna y el dedo invasor salio de mis nalgas para volver a incrustarse en la profundidad de mi apretado culito y ya no pude resistir más y grité espantada: “¡Ayyy!”. Mi sobrino y sus amigos se levantaron rápidamente y encendieron la luz. No había nadie.
Llorando les platique lo que pasó, todos me abrazaban y me consolaban, me dijeron que tal vez fue la cobija, como estaba muy pesada, al sentirla entre mis nalgas me figuré que era una mano o dedo. Roberto llegó con un vaso de vino y me lo ofreció, me lo tomé todo de un jalón. Me decían que a lo mejor me sugestioné por las historias que contaron. Me fui tranquilizando poco a poco, hasta que me di cuenta que con los abrazos y apretones, en vez de consolarme solo se aprovechaban para sobarme, mire su entrepierna y tenían un bulto enorme.
“Vaya, estos necesitan una mujer urgentemente”. –Pensé-. “Ni en esta situación de espanto se le baja la erección, se van a enfermar”.
Todos volvieron a su cama, y yo, muy asustada, batallé para dormir, pero lo hice al fin. Seguía sintiendo los manoseos, en mi busto, en mis nalgas, pero al estirar la mano, comprobé que tenían razón, eran las cobijas, las que hacían que experimentara esa extraña sensación. Al día siguiente desperté ya tarde, mi sobrino y sus amigos estaban afuera asando los pescados. Estaba en la misma situación que la noche anterior, con todas las nalgas al aire, el calzón incrustado en mis nalgas y con una bubi de fuera.
“Si continuo despertándome así, van a pensar que soy una exhibicionista o que quiero coquetear con ellos” -pensé-. “¡Uy! Otra vez me arde mi colita, y tengo otra vez adoloridas mis piernas ¿Porqué será?
Ese día nos divertimos mucho, después de comer, me invitaron para que los acompañara a un cañón, estaba algo retirado, pero tenía una laguna muy hermosa. Regresamos a la cabaña al atardecer. Después de darnos un calido baño, cenamos deliciosamente, después nos acomodamos alrededor de la fogata, platicando alegremente hasta que llegaron a las historias de terror.
-No platiquen de eso, me da miedo. –Les dije, asustada-.
-Pero es mejor que estés enterada, para que sepas que hacer en determinado caso. –Me dijo mi sobrino Enrique-. ¿No crees?
-¿A sí? –Le dije-. A ver ¿Qué debería hacer si se me sube el muerto? Como anoche.
-En ese caso en particular. No hacer nada. Es mejor que no te muevas, cierres lo ojos, no sea que vayas a ver algo espantoso y que trates de disfrutarlo, jeje.
-¿Cómo lo voy a disfrutar? –Le dije m*****a-. Si el que me esta agasajando es un muerto.
-Pues es parecido a una violación. –Intervino Saúl-. Lo ideal es que no haya violación, en eso estamos de acuerdo; pero si es inevitable, se les recomienda a las victimas, no resistirse, porque el daño es mayor y que en cierta medida, traten de disfrutarlo lo más que puedan.
-Si, así es. –Ratifico Roberto-. Se escucha como algo desagradable y cruel, pero es lo más recomendable… Disfrútalo, después acúsalo ante las autoridades y que se pudra en la cárcel.
-Pero volviendo a tu caso. –Dijo mi sobrino Enrique-. Es igual a la película del ente. En la cual el fantasma viola repetidamente a la protagonista, esta se resistió, y fue peor… Lo recomendable era que ignorara los tocamientos y tratara de disfrutarlos.
Hasta altas horas de la noche platicaron de historias sinistras y diabólicas, me dio mucho miedo. También insistieron en que tomara licor. Sabía que si me negaba, empezarían a persuadirme hasta que lograran que tomara, así que simulé beber de la copa, pero lo que hacia era que en cualquier descuido de ellos iba al baño y tiraba el licor.
Estaba templando de miedo, y ellos risa y risa de mi cara de susto, simulé tener sueño y les dije que me iba a dormir. Después de un baño caliente, corrí hacia mi cama y me arropé muy bien.
No sé porqué abrí los ojos, dirigí la mirada a las demás camas, a pesar de la oscuridad se vislumbraba un bulto en cada cama. Las cortinas de la ventana estaban algo corridas, mostrando en el cielo una luna preciosa cuyos rayos luminosos se filtraban por las aberturas. De pronto sentí un ligero movimiento en la cama, como si alguien se subiera arrastrándose lentamente, se acomodo a un lado de mi cuerpo y sentí como se recargaba en mí, una cosa caliente como un pene erecto se colocaba sobre la cobija en mis nalgas, luego sentí un aliento helado en mi cuello que me paro los pelos de punta, pensé en saltar, gritar, aullar, pero estaba paralizada de espanto, no podía mover un solo músculo, mis labios no se despegaban, me acordé de lo que dijo mi sobrino: “No hacer nada, cerrar los ojos y disfrutar”.
Las cobijas volaron, y mi cuerpo semidesnudo quedó desprotegido alumbrado por los rayos de plenilunio. Mi cuerpo se estremeció cuando alguien le daba vuelta poniéndolo boca arriba, unos manos heladas separaban mis piernas y unos dedos fríos hacían a un lado mi bikini, mostrando tanto el bosquejo indecoroso de mi rosada rajita así como gran parte de mi espeso bosquecillo intimo. Unas manos muertas se adueñaron de mis redondas bubis. A pesar de mi espanto, mi cuerpo reaccionaba a las caricias suspirando como una boba mientras sus dedos exploraban mis enormes pechos hasta alcanzar las sensibles cimas. Entreabrí los ojos y vi una especie de sombra, miré asustada un rostro sin forma, sus ojos eran rojos como fuego, era sólido, se movía rapidísimo, como un a****l, jadeaba, se me abalanzó y su húmeda y enorme lengua diabólica se interno en las profundices de mi virginal intimidad.
Con mis ojos cerrados fuertemente me di cuenta que no era un muerto, era un demonio, porque mandaba un sinnúmero de imágenes eróticas y cachondas a mi mente, sus caricias eran sabias y maravillosas, arquee mi cuerpo sin voluntad bañando su fantasmal rostro con mis jugos al sobrevenirme un apoteótico orgasmo.
Elevó mis torneadas piernas lo más alto y metiéndome una pinga enorme y caliente en mi rajita me penetró con violencia demoníaca, una y otra vez, arriba y abajo, mi cuerpo se estremecía cual títere manejado, de mi frente gruesas gotas de sudor resbalaban sensualmente, mis suaves quejidos, el rechinido de la cama y el extraño sonido que producía su chisme cuando taladraba sin misericordia mi encharcada gruta, acompañaban el vaivén que generaba el ser grotesco.
Escuché un gruñido aterrador y mis entrañas se llenaron de un líquido viscoso de lava hirviente. Rotaron mi cuerpo delicadamente. Sentí el rostro helado del muerto como se incrustaba en medio de mis nalgas y una lengua fría recorría mi raya, hasta que golosa se introducía en mi culito. Mis nalgas sin voluntad rotaban alrededor de su rostro, mi garganta emitía sonidos guturales. Un extraño escalofrió recorría mi cuerpo cuando su lengua ensalivada se introducía en las profundidades de mi estrecho agujerito. Con una fuerza sobrehumana, me colocó de rodillas, con una de sus garras, puso mi cabeza al ras de la cama y sentí un ardor horrible en mi colita, un hierro al rojo vivo se me incrustaba en el culo y me partía violentamente en dos. De mis labios brotaron instantáneamente unos lentos y leves quejidos de dolor, su paso fue constante sin misericordia, hasta que toparon dos bolas peludas y carnosas con mis nalgas, estaba completamente empalada.
Cuando el demonio retiraba su maléfica estaca, sentía que se llevaba mis intestinos con ella, pero luego la metía con rencor en lo mas profundo de mi intestino, una y otra vez sufrí el martirio de su perforación, mis nalgas locas de pasión rotaban y chocaban con el vientre demoníaco, levantaron mi rostro al tiempo que mis enormes tetas brincaban de un lugar para otro por el intenso movimiento, una enorme pija se metió en mi boca, no tenia mal sabor, mi lengua saboreaba el embriagante sabor a macho que brotaba a raudales del pene embrujado, me fornicó la boca a una velocidad inaudita, el demonio retiró de mi boca el inmoral pene, escupiendo sobre mi rostro y cabello una inmensidad de lava viscosa hirviente. Se escucho otro gruñido y mi culo se llenó del mismo líquido invasor. Mientras me estremecía con violencia y a la misma vez, bañaba avergonzada con mis jugos su cosota. Así como llegó se retiró, arrastrándose, lentamente, a través de la oscuridad. No tenía caso ya, gritar y pedir auxilio, ya estaba bien cogida. Asustada, agotada y sudorosa mi cuerpo se rindió y dormí placidamente.
Al día siguiente, desperté igual que los otros días, con todas las nalgas al aire, el calzón incrustado en mis nalgas y con una bubi de fuera. Me levanté como pude, mi colita me ardía horrores y tenía mis piernas adoloridas. Mi sobrino y sus amigos ya habían empacado y subido las cosas a la camioneta. Estaban con una sonrisa de oreja a oreja.
-y Ahora, ¿Porqué tan felices? –Les dije extrañada-.
-Es que tuvimos un sueño muy bonito, –me dijo mi sobrino-. ¿Y tú? ¿Cómo pasaste la noche?
La verdad no supe que responder… Sería la noche más horrenda de mi vida o la más deliciosa”.
-Ustedes me creen, ¿verdad? –Les dijo Alicia a sus amigas al terminar el relato.
-Por supuesto. –Le dijo Mary-. Somos amigas, por eso te creemos. – y entregándole una tarjeta, le dijo-. Toma, este es el teléfono de un Ginecólogo muy bueno… No vayas a salir embarazada de los tres demonios.
Fin.