El portero es difícil de conformar
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El portero es difícil de conformar
Una semana después de haberme dejado coger por el portero del edificio, mi calentura había aparecido otra vez; ahora más fuerte que antes…
Justo en una de esas tardes llegué a mi casa y encontré en la entrada a Manuel, el portero.
“Estás muy apurada, nena… tengo que mostrarte algo” Me dijo.
De repente me encontré intrigada y lo acompañé a ese cuarto mugriento donde me había cogido la vez anterior. Cerró la puerta detrás de nosotros y el muy turro se bajó los pantalones, diciendo:
“Quiero que me la chupes, putita…”
Lo miré con fastidio y bronca, contestándole que yo se la iba a chupar cuando se me antojara, nunca cuando él quisiera…
El tipo me tenía atrapada allí. Yo no quería gritar por ayuda, para no armar un escándalo. Iba a ser todo peor todavía…
Le dije entonces que yo no iba a buscarlo más. Pero Manuel siguió mostrándome su verga endurecida, que no quería que yo me fuera.
De repente Manuel tomó mi mano y me obligó a tocar esa verga. Era algo más fuerte que yo y empecé a acariciarla suavemente.
El turro me empujó mi cabeza hacia abajo y yo obedecí muy sumisa. Comencé a chupársela, muy despacio, oyendo sus gemidos de placer. Al final conseguí metérmela entera en mi boca.
Me sentía bastante humedecida. Ser dominada me calentaba muchísimo y además me estaba sintiendo la puta de alguien…
Continué chupándosela por un buen rato; hasta que Manuel se sentó en un sillón desvencijado; enfundó su gruesa pija en un forro y me ordenó que me sentara sobre esa cosa…
Yo ya estaba jugada; así que me quité el jogging de gimnasia y me corrí la bombacha a un costado, mostrando mis labios vaginales.
Subí sobre su verga erecta y comencé a cabalgarlo, mientras él deslizaba uno de sus gruesos dedos por la raja de mi cola.
Trató de metérmelo por mi estrecha entrada anal, pero, sin dejar de moverme sobre su pija, estiré mi mano y lo obligué a cambiar de idea, retirando su mano de mi cola.
Entonces me aferró por las caderas y comenzó él a imponer el ritmo de la cogida que me estaba dando. Yo volaba de calentura, sintiendo su pija dilatar mi vagina al máximo…
De pronto abrí mi boca y aullé como una perra en celo, mientras un intenso orgasmo recorría mi cuerpo y me hacía temblar sin control. Eso aceleró las arremetidas de Manuel, que también acabó en mi concha unos segundos después.
Pude sentir su semen hirviente a pesar del forro que usaba…
Desmonté de su tremenda pija todavía dura y, con mucha cara de fastidio, me vestí otra vez y me fui de ese cuarto sin saludarlo.
Ya en mi casa, me encerré en el baño para darme una ducha tibia y sacarme el olor a sudor que me había dejado el portero en mi cuerpo.
Me sentía enojada conmigo misma. A mí me gustaba coger siempre cuando yo quería y tenía ganas; sin depender de la calentura de otros…
Estuve mal por el resto de la tarde; pero caliente con la cabalgada que me había hecho hacer ese viejo verde sobre su linda pija.
Antes de cenar, le dije a mi vieja que iba una escapada hasta la casa de una compañera que vivía a dos cuadras. En realidad, quería bajar otra vez para aclarar los tantos con Manuel…
Lo encontré en el palier, pero me dijo que no podíamos hablar allí. Intentó arrastrarme a su cuartito, pero le dije que ni loca volvía a ese lugar. Insistió en que no quería comprometerse si alguien nos veía conversar allí.
Finalmente tuve que transar, de pura bronca e impotencia.
Otra vez encerrada en ese lugar maloliente y oscuro…
Me dijo que él ya estaba grande para soportar una pendeja putita como yo, que quería jugar con él cuando se me antojaba.
Le contesté que él no era uno de esos pendejos que yo me cogía cuando estaba caliente…
Apenas terminé de decir eso, Manuel metió una mano dentro de mi jogging; directamente a la humedad de mi concha todavía dilatada por su verga. Exhalé un grito de sorpresa y él se rió a carcajadas.
“Otra vez estás bien empapada, pendeja… vas a decidirte o no?”
Lo miré con bronca, pero él me dijo que eso a mí me gustaba; como a cualquier putita, mientras su otra mano acariciaba mis tetas por encima de la camiseta de algodón.
Yo le pedía que no siguiera; pero mi voz entrecortada no coincidía con la humedad de mi concha, que quería más y más…
Después me levantó en vilo y me sentó en esa vieja mesa de roble. Deslizó mi jogging hasta mis tobillos y comenzó a lamerme la concha con su lengua áspera. Yo ya estaba entregada, porque el tipo me estaba cogiendo con su lengua directamente, mientras no dejaba de decirme que era una tremenda putita….
Me lo dijo tantas veces, que finalmente me convencí de ello. De repente me escuché a mí misma gritando:
“Sí, Manuel… soy una puta… soy su puta; cójame de una vez…!”
El viejo entonces se bajó los pantalones y. sin colocarse un forro, me la metió bien a lo bruto; dándome un par de embestidas que hicieron llegar su verga hasta el fondo de mi concha.
Mientras empujaba, me preguntaba si eso me gustaba y yo le gritaba que sí, que me encantaba cómo me cogía con su pija dura.
Yo levantaba mis piernas, quería que me cogiera bien; quería sentirla toda adentro. De repente abrí la boca sin poder gritar y acabé…
Por las dudas, Manuel me tapó la boca con su mano y enseguida su semen caliente se derramó dentro de mi agradecida vagina. Eso me provocó un nuevo temblor fuera de control…
Mientras me vestía, Manuel se rió diciendo:
“Conmigo no vas a joder nunca más… te voy a coger cuando yo quiera, nena… y vos no te me vas a negar; entendiste, putita?”
Lo miré a los ojos y le dije que sí; sabía que ese tipo iba a poder cogerme a su voluntad y yo no podría hacer nada para evitarlo…